No sé si existe el verbo en el diccionario universal, pero si el genocidio de los asesinatos, atropellos, violaciones salvajes y acoso a millones de seres humanos que se llaman mujeres. Ofensas y discriminaciones  sociales de una  brutalidad que nos pone la piel al rojo vivo.

No  es el feminismo de salón ultra el que ganará la batalla de la discriminación femenina en más de cien naciones, porque políticamente es un error, se trata de la medicina de la cultura que cura las doctrinas religiosas que anulan sensibilidades  y principios inmutables.

Las imágenes atroces que nos llegan de Afganistán repugnan, pero nadie o muy pocos se ponen de acuerdo para extirpar  el cáncer maligno que mata, es más, arma a un pueblo que lleva ya cuarenta años de guerras civiles religiosas e internacionales impulsadas por las grandes potencias. O puede que un siglo en un mundo musulmán enquistado en el odio que n os recuerda otros actos como la extirpación del clítoris y la desigualdad social y económica fomentada por la civilización occidental y cristiana, tan mariana.

Las olas sucesivas desde siglos, desde la mítica Eva la mala fémina que dio a morder al pobre Adán la manzana podrida del trabajo sudoroso, las mujeres, nuestras madres de la humanidad, han sido castigadas casi por mandato divino en las tribus políticas que asolan los hogares y sus familias.

En  modo alguno soy feminista, ni mucho menos machista predicando protección paternalista, sino una persona horrorizada, en un cómodo sillón, alarmado porque muy pocos mueven un músculo para erradicar tamaño desastre humano, embarrado en la insensibilidad de los negocios de la trata de mujeres en sus múltiples frentes, desde las trincheras y sordidez de lios despachos, masculinos y femeninos, que mueven el dinero y los bajos instintos animales.

Solo nos mueve la esperanza de caminar seguros bajo la tormenta de la división solapada de los géneros que  recauda violencia.

No queremos centrales en una cetrería de animales sin alma, sino vivir en el espacio de la cultura, desde las escuelas, las universidades, el periodismo, el hogar, el tajo, el cine, el teatro y de nuestro propio yo del amor al prójimo en igualdad de condiciones. Basta!!

Sureste Press