Es una pena, más que un dolor. Solo el que lo sufre sabe lo que se siente y puede por tanto describirlo, tratar de encontrar las palabras que nombran un mal aparentemente invisible, pero cuya existencia es tan real que marca la vida de quien lo padece, y los que lo sufren injustamente. Te agarrota. Te machaca sicológicamente, te anula.

Llega a quitarte las ganas de vivir como un ser humano. Y sin embargo, no tiene un origen físico, solo puntualmente. Tampoco hay un analgésico que lo haga desaparecer o una pastilla milagrosa. Ni siquiera una razón, un motivo que explique el padecimiento extremo. Son los síntomas de una enfermedad mental y sus derivaciones, porque estás enfermo, sufres ansiedad o depresión o anorexia o bulimia o sicosis o cualquiera de las muchas patologías psíquicas que, según la OMS, el 30% de personas tendrán a lo largo de su vida.

Y esa realidad socio cultural se ha trasladado al sector editorial. En los últimos meses, han visto la luz libros, infinidad de escritos en primera persona que buscan dar testimonio y ejemplo. Los trastornos mentales representan el 14% de los problemas de salud en el mundo,1.450 millones de personas sufren alguna dolencia mental que dificulta su vida, 800 millones padecen depresión y cerca de 800 mil se suicidan cada año.

El miedo, el propio y el ajeno, tiene mucho que ver con el desconocimiento, ese no saber ni cómo, ni cuándo, ni por qué empezó todo. Simplemente hay un día que ya estamos mal, la cabeza está rota, la vida para ti tiene poco sentido. Quienes sufren trastornos sicológicos y siquiátricos son estigmatizados. Pero saben que la única manera de acabar con ese tabú se puede narrar, explicarlo. Pero hay otros locos. Y hay que explicarlo, el silencio mata.

Es verdad que la pandemia tratada como instrumento político –y con intenciones electoralistas– ha influido negativamente pero no hay que engañar ni engañarse, las enfermedades mentales vienen de lejos por falta de cultura, miedos sociales y familiares,

Vivimos en situación de alarma y en ella sufren, el enfermo y sus entorno directo. Es el duro drama del día a día, en ocasiones sin salidas, porque funcionan males aparentes impulsados por disfunciones éticas, violencia acumulada genética o adquirida que llega del exterior en comunidades humanas corrompidas, sin valores humanos, la cultura del odio, el complejo de Edipo y el famoso de Sócrates, hasta en los hogares donde las drogas vuelan la empatía y llegan los enfrentamientos hasta la crueldad mental, la irracionalidad. La cultura del odio, el rencor y la represión contra el débil o el que cree en la piedad.

Y la masiva, la guerra sicológica junto con la armada que ahora ha estallado en Ucrania, un escenario de horror y fantasías demenciales colectivas, porque la terapia de la paz es la amenaza nuclear. Pero tampoco hay que ir muy lejos, la fotografía del pasado sábado, en los medios de comunicación, en la que aparecen el jefe de los espías y el jefe de los espiados catalanes golpistas, es una imagen de violencia política, sin escrúpulos, nada ejemplar, como una locura de sicópatas sociales .O desinformación en un país convertido en un viejo manicomio. Y si eso es política, el futuro del pueblo español quedará enmarcado en una farmacia despachando grandes cantidades de viagra para impotentes. Y el insomnio del parado crónico, a punto de estallar.

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