Amanece, aunque no es tarde. Despierto, no  soñando, ni entro en estado de sentimientos románticos, solo a veces cuando lo veo opaco, como una vitamina. Miro la foto de Tina, la gatica de toda una vida. Luego mis gorriones, el populacho de las aves con alas, que  me acompañan, y besaban en los jardines de Alcalá de Henares. Y oigo la radio amiga, neutra de Onda Cero.

Luego al atardecer, brindaré por las esperanzas que quedaron en el camino, algunas quedan, como  cantaba anoche Joan Manuel Serrat, el poeta de la canción de una transición, el Mare Nostrum de la izquierda histórica. Y depositaré  un ramo de flores en el monumento a la Constitución del 78, como el año pasado, en mi pueblo de Las Torres de Cotillas. Me acompañó el caballero Alberto Garre, el  ex presidente regional de una derecha europea, sin ataduras mentales, libre como  cuando el sol amanece.

Lejos de los ruidos mediáticos y el vocerío de las lenguas airadas de las dos Españas, los cainitas se divierten con sus espectáculos. Han olvidado aquel bello eslogan de  «EL PUEBLO, UNIDO, JAMÁS SERÁ VENCIDO», y me viene a la memoria, nada senil, los abrazos en el marco del parlamento murciano, de todos los diputados, en una despedida de ocho  años de debates sin enemigos, solo adversarios.

 

La historia sigue siendo factible, tenemos más futuro que presente, a pesar de la clase política el pueblo español resiste, como cuando éramos niños y había porvenir en noches represivas, hasta poesía:

-- Cuando en mis horas frías

busco el amor de los silencios,

retornan para mí las ya perdidas

horas de niño, que duermen en mi pecho,

y en las hojas hermanas de las ideas.

Volverá la vida en otras vidas,

frutos de oro y viento sin derivas.

EPÍLOGO.- El rey no tuvo una cena de Nochevieja relajada, su mensaje anual a la nación, siempre controlado por Moncloa, le convierte en el GRAN MUDO, más que cualquier jefe de Estado del mundo libre. Y los perturbadores de nuestra armonía democrática arremeterán contra el monarca, cargados de un populismo visceral y escandaloso con el apoyo del coro femenino de las plañideras de la democracia. Ni en cuatro años de Gobierno y oposiciones sin pactos de Estado en el estadio del Congreso de los Diputados edificado sobre las ruinas del convento del ESPÍRITU SANTO. Solo el dios monclovita, el rey Sol, puede decir que el Estado soy yo –emulando al francés Luis XIV– okupa de los hogares españoles.

Las palabras de Felipe VI ha sido un mensaje de Estado. Diez minutos dedicados a  explicar que somos Europa –no Venezuela o Perú, populisas– una democracia aún joven y una Constitución del 78 que hay que actualizar, que juntos, todos, hay que reforzar las instituciones, tener voluntad de integrar porque DIVIDIDOS no se convive, que la Transición ha sido y es un valor histórico que trajo  las libertades y que el futuro se hace como una nación. Un alarde de ponderación y un mensaje de paz.

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