Los derechos humanos ni los crea la UE ni el  mismísimo Gobierno Español . No son fruto de un consenso, ni proceden de un ordenamiento social. Seguimos reclamando la concordia de los valores que se expresan en el derecho y la vida, insertados en la dignidad de la persona humana y en sus derechos fundamentales, como elementos claves e incondicionales de la identidad que posee Europa y de un mundo que deseamos sea civilizado y no se deje embelesar por los fuegos artificiales que se nos venden hoy. 

Europa y sus estados miembros necesitan reconsiderar, hacer un gran esfuerzo de construcción cultural y social, que rompa anclajes con falta de solidez, conscientes de que una Europa, una España con crisis de identidad, del “no saber donde voy”, de no ser consciente de la fuerza heredada, camina sin rumbo y marcha hacia su propia destrucción.

No se dan cuenta que Europa está llamada, ante todo, a ser lo que el destino tiene para ella. Está como un adolescente que patalea de continuo ante un modelo de diversidad que siempre lo ha sido y busca algo para lo que no está escrito en las estrellas. Sigue buscando un nuevo modelo de unidad en la diversidad, abierta al resto de continentes dentro del proceso de globalización, pero sin fundamentos que la sustenten.

Nos recuerda la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE que, en la conciencia de su herencia ética y moral, todo se fundamenta sobre los valores indivisibles y universales de la persona, del ser humano: libertad, igualdad y solidaridad, basándose en principios de democracia y Estado de Derecho y, al crear espacios de libertad, seguridad y justicia, nos sitúa a los humanos en el epicentro de toda actuación.

Ahí está el proyecto de que Europa es un continente que conlleva un civilización de excelencia, de que sus habitantes han venido desarrollando los valores que han sustentado al humanismo : igualdad de personas, libertad y respeto a la razón. Las herencias culturales, religiosas, siguen estando presentes en su patrimonio y han hecho arraigar en la vida de la sociedad el lugar primordial de la persona, de sus derechos inviolables. El respeto al Derecho.

¿Quién de nosotros negará tales valores? La dignidad y nuestros derechos deben aparecer, aparecen, inmersos en las profundidad de los grandes textos europeos que no deben proceder de manera alguna de legisladores ni nos lo han concedido los ciudadanos del hoy, pues existen por derecho propio, respetados por legisladores, pues se anteponen a ellos como valores muy superiores.  

Esta vigencia de la dignidad humana previa a toda acción y decisión política remite en última instancia de la simiente cristiana que está en nuestro fuero interior, en la misma esencia del ser humano y de los que nadie puede prescindir. Nuestros valores no pueden ser modificados ni manipulados por nadie donde son garantía de nuestra libertad y de la grandeza del ser humano.

Sin duda, nos encontramos ante un elemento esencial de la identidad cristiana de Europa en una formulación comprensiva también para las distintas formas de pensamiento que por aquí navegamos. Si este humus está claro y lo llevamos a su práctica, no lo duden por un momento que, Europa, Occidente, brillará.

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