EL GOLPE DE ESTADO DE CASADO

El fin de la II República

Sección Histórica 19/06/2023 Carlos Llanas
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Segismundo Casado

La II República española fue un régimen que acabó desapareciendo poco a poco durante la Guerra Civil por dos frentes: el frente exterior al enfrentarse a un ejército apoyado por dos potencias aliadas como eran la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini; y por un frente interior al enfrentarse a fuertes divisiones internas llevadas a cabo por egos e intereses propios de los diferentes actores políticos que la conducían.

En 1939, cuando la guerra estaba ya perdida por parte del bando republicano, un sector del mando político y militar decidió rebelarse contra el mando político que seguía pensando en luchar para acabar con un conflicto fratricida que ya duraba demasiado. Hoy hablamos de esa rebelión; un autogolpe de estado para acabar con la guerra: el Golpe de Casado.

 Divisiones
 Tras los sucesos de mayo de 1937, donde las fuerzas gubernamentales de la República y las fuerzas revolucionarias que mandaban realmente en Cataluña se enfrentaron directamente a balazos, surgió un nuevo gobierno en Madrid dirigido por el socialista Juan Negrín.

El nuevo ejecutivo creía en la necesidad de dejar las rencillas partidistas y recuperar el espíritu del Frente Popular para luchar contra el enemigo común, los rebeldes autodenominados “nacionales”. Negrín impulsó una política de profesionalización y de reorganización del Ejército Popular Republicano.

Por desgracia, la guerra estaba ya muy avanzada y las fuerzas franquistas ganaron el Frente Norte y llegaron a Vinaroz para partir el territorio republicano por la mitad en 1938. Con un territorio dividió, sin apoyos internacionales, tras los pactos de no intervención entre Francia y Gran Bretaña, con Italia y Alemania, que estos dos últimos incumplieron; y un ejército desmoralizado y una población cada vez más cansada, en el bando republicano surgieron disputas entre los que apoyaban a Negrín que creía en continuar la guerra y los que pensaban en pactar la paz con Franco para acabar la guerra de la mejor manera posible.

 Preparativos e intrigas
 En marzo de 1938, Negrín remodeló el gobierno. En esta ocasión, el presidente del Consejo de Ministros decidió despojar de la cartera de Defensa a su compañero de partido Indalecio Prieto, ya que este había expresado públicamente que la guerra estaba perdida y no apoyaba el resistir es vencer de Negrín.

Por su parte, el presidente de la República, Manuel Azaña, estaba a favor de Prieto. Aun con todo, Prieto salió del gobierno y Negrín salió reforzado de la crisis. Esta situación hizo que Negrín se apoyara cada vez más en el Partido Comunista y, por lo tanto, que la Unión Soviética pudiera aplicar una política de control sobre España.

Este hecho no gustó a muchos anticomunistas del bando republicano. En abril, Negrín asumió el Ministerio de Defensa y, junto a los comunistas y al Jefe del estado Mayor Vicente Rojo, se preparó una gran ofensiva final en Cataluña. Esta fue la batalla del Ebro. Esta gran batalla se produjo entre el 25 de julio y el 16 de noviembre y pretendía ser “la vuelta a la tortilla”.

Para la República, la batalla del Ebro fue la última gran derrota. Este fiasco supuso la entrada de los franquistas al último reducto republicano que era Cataluña y ya era cuestión de tiempo que Franco ganara la guerra. A principios de 1939, el gobierno de la República ya estaba en Francia y el territorio leal a la República era el sureste de España, destacando Valencia y Madrid.

En la capital de la República, la cuna del No pasarán, se había instalado el desánimo y la hambruna. Fue cuando algunos militares y políticos contrarios a Negrín decidieron organizarse para poner fin a la guerra. Estos querían una paz negociada y sin revanchismos al estilo del “abrazo de Vergara”; el abrazo entre el militar isabelino Espartero y el militar carlista Maroto que puso fin a la primera guerra carlista hacía justo 100 años antes.

El líder de la conspiración fue el jefe del Ejército del Centro, Segismundo Casado. Este coronel ya llevaba tiempo en contacto con los franquistas infiltrados, “la Quinta columna”, para negociar esta paz. Por su parte, el presidente Azaña y el socialista Julián Besteiro también habían hablado con Casado sobre la idea de echar a Negrín y de alcanzar la paz con Franco. Durante el mes de febrero de 1939, las partes militar y política contrarias a Negrín se movieron.

Por un lado, los militares encabezados por Casado se organizaron para tener el apoyo del ejército incluido los sectores anarquistas del mismo. También hay que destacar la renuncia al cargo de Vicente Rojo como máximo responsable militar de la República por no apoyar la política beligerante de Negrín. Por la parte política, Manuel Azaña dimitió al cargo de presidente de la República. Esta última renuncia era el argumento perfecto para deslegitimar el gobierno Negrín y justificar el golpe militar.

 El Golpe
 El 4 de marzo de 1939, en Cartagena, se inició el golpe de manera precipitada y desorganizada. Negrín sabía de las conspiraciones contra e intentó reorganizar los mandos militares para poner a gente leal. En la base naval de Cartagena, el gobierno puso al mando a un comunista, Esto hizo que los militares que apoyaban a Casado y los franquistas infiltrados se rebelaran y Cartagena cayó en manos franquistas.

Ante esta situación, Casado y los suyos iniciaron sus movimientos en Madrid. Las fuerzas militares y las fuerzas políticas contrarias a Negrín establecieron un Consejo Nacional de Defensa, con el general José Mijas como presidente, que substituía al gobierno Negrín que huyó a Francia. Fue entonces cuando los comunistas que quedaban en Madrid, a pesar de que sus líderes habían escapado, decidieron resistir.

 Entre los días 6 y 8 de marzo, los comunistas fueron ganando la batalla de Madrid a los sublevados. La 8ª División de El Prado fue ganando terreno hasta tal punto que casi llegó al Ministerio de Hacienda, el cuartel general del Consejo Nacional de Defensa. Sin embargo, el día 8, las tornas se dieron cuando las fuerzas del VI Ejército del teniente coronel anarquista Cipriano Mera.

Los miembros del PCE se vieron atrapados y sin sus líderes y acabaron rindiéndose el día 11. Tras el fin de las hostilidades, y de una pequeña represión por parte de Casado a los comunistas por haber asesinado a militares, el golpe de Casado había triunfado. Por desgracia, para Casado y los suyos, Franco jamás quiso un “abrazo de Vergara”.

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