Acabamos de salir de un 2023 cargado de imposiciones legales de alto voltaje y frente a ellas rabia, tristeza, agotamientos y toda clase sinsabores que son capaces de sacar del ser humano lo peor de sí mismo.

Así, ante este pastizal, conviene por un momento frenar, serenarse, reflexionar, buscar y escuchar a personas ante un “toma y daca” hasta llegar a un cruce de caminos donde se vea algo de luz, esperanza o camino a seguir. Ello, habiendo entrado en 2024 es lo que nos debería hacer tener ciertos criterios claros. 

Esta sociedad post moderna nos ha traído unos violentos aires de prohibiciones, día sí y día también, impuestos por leyes que degradan como pandemia fuera de madre. Frente a estos vientos atronadores nos encontramos como estaca profunda y arraigada en la tierra las líneas maestras de nuestra propia conciencia, “nuestra ama de la casa”. Ello no afecta sólo a quienes poseen creencias profundas religiosas, sino a cualquier persona que tenga un mínimo de seria conciencia, un algo de sesera.  

Son muchos los descreídos que aún no entienden la libertad de pensamiento, conciencia o religión, sin advertir que todo es parte esencial que define nuestra propia identidad, nuestro propio respirar de cada segundo.

Si sumamos la pluralidad religiosa y ética de nuestras sociedades de hoy, el intervencionismo denigrante de los poderes del Estado y las legislaciones que se nos venden como verdadera fruta afrodisíaca nos vemos sumergidos en un mar de corales.

Está claro que los objetores de conciencia no son una “anomalía humana” y busquen un cierto privilegio. Los sucesivos conflictos entre conciencia y leyes, de siempre se ha sabido que son una minoría y, alardear que son “anormales” son prejuicios incompatibles en una sociedad contemporánea al igual que los que poseen una cierta orientación sexual, origen étnico e incluso deficiencias físicas.

Como ustedes comprenderán hemos de asumir que se han de organizar las cabezas de más de uno y que tales personas no sean apartadas o tratadas como ciudadanos de segunda clase. Otra cosa es el rasero con que se trate cada tipo de contraste social en la esfera pública.

Habiendo preguntado a personas de leyes, por lo visto, para adoptar una perspectiva jurídica de estos vuelos, me comentan que, no se han de olvidar dos premisas claves: la libertad de pensamiento, conciencia y religión forman parte de lo que ellos denominan “derecho aplicable” y ello es común en todos los países del mundo. Esta libertad es reconocida y garantizada por el derecho internacional, pero por lo visto, España es una excepción según nos venga en gana.

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Tal libertad conlleva el derecho a elegir nuestras creencias, el derecho a comportarnos conforme a ellas y, en una palabra, seguir las reglas de conducta dictadas por la propia conciencia moral. El artículo 16 de la Constitución nos lo recuerda. Así, más que hablar de conflictos entre conciencia y ley, sería más preciso hablar de conflictos entre ley y libertad de conciencia.

En segundo lugar, no se debe banalizar el derecho de libre elección sobre religión y valores éticos, como si cambiar de creencias fuera lo común de 4 colegas. Para las personas íntegras, las creencias no son al modo del que elige un tipo de helado o de fruta que nos ofrecen en una plaza de mercado. Las opciones religiosas y éticas se nos presentan a los ciudadanos como algo valioso.

De hecho, este es precisamente el sentido de la libertad de religión y creencia: garantizar la autonomía de cada persona para determinar qué verdades ha de aceptar y qué valores morales debe respetar, sobre la base de que el Estado no esta legitimado, repito “no está legitimado” para imponer una verdad, como se hace hoy en España y de cierta manera “desde Europa”.

Por ello, las opciones religiosas y éticas no son algo accidental, todo lo contrario: parte esencial de la identidad de las personas y, no sólo definen cómo podemos actuar, sino quiénes somos. 

Ahora que durante el 2023 se nos ha querido modelar nuestras conciencias desde sus diabólicas leyes es bastante seductor tener la mente amplia y, sin duda alguna, que el ser humano tiene algo mucho más sagrado que lo que los diferentes Gobiernos que acampan sobre nuestros países, por muchas lluvias ideológicas que nos envíen, y ese “sagrado” es mantener acicalada por completo nuestra conciencia, la cual , en principio, debería ser la que rige nuestro destino. 

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