Mientras que la vida corre y las noticias vuelan, donde nos preocupa luz y gas, los servicios de inteligencia, las próximas elecciones andaluzas, Taiwán, Bildu, los casi 80.000 parados más en España, hepatitis infantil o las roturas del peroné de Belén Esteban, de vez en cuando, salta a la palestra algo que hasta hace años se ocultaba muy sigilosamente: los suicidios de nuestros jóvenes y, lo siento por muchos, este tema me interesa mucho más que las pamplinas anteriores por muy importantes que sean.

Parece ser que no es un tema a debatir ni en las Asambleas Regionales, ni en el Congreso Español, ni en la Unión Europea y ni en los mismísimos partidos españoles o extranjeros, me supongo. Por lo visto, es un tema a esconder, a no hablar y, así van pasando los años donde cada vez más muchos jóvenes van a parar simplemente “al foso”, por mal que suene. Mientras que entramos en un mes de mayo donde todo son alegrías primaverales, como si de un meteorito se tratase, camino al centro de la Tierra, esta vez con más fuerza la Fundación ANAR no habla, ¡chilla”! de que han pasado por sus manos cerca de 5000 jóvenes y niños por intentos de suicidio y autolesiones. Mientras que los envenenamientos con alcohol, colisiones de vehículos o ahogamientos se llevan una media de unos 60 , los ahorcamientos y estrangulamientos, perdón por ser “tan así” se llevan a cerca de 2000 sin gozo ni gloria en esta vida. 

De los artículos que he realizado hasta el momento, posiblemente sea el que más me ha costado realizar. Parece que las teclas del ordenador “chirrían” cuando escribo sobre el tecleado estas auténticas monstruosidades, más aún, se te parte el corazón cuando deseabas celebrar el Día de la Madre y el de la Vieja y Enferma Europa y te encuentras con que tanto adolescente se encuentra en su abismo singular. 

La incapacidad de la sociedad moderna está ahí, para adoptar una postura moral clara sobre este enorme fracaso. Antes el suicidio se consideraba un acto nihilista, una manifestación de egoísmo, que dañaba no solo al interesado, sino también a su familia, a sus amigos y a la comunidad. Se calificaba como algo patológico; en cambio, hasta ahora lo que se ha considerado patológico es criticarlo. Si antes era un tabú, hasta hace poco el tabú era hablar de ello, lo cual revela la incapacidad de la sociedad para afirmar el valor de la vida, el valor de la lucha por la existencia, lo cual puede tener el indeseado efecto de convertir el suicidio en algo normal, posiblemente incluso positivo.

La impresión que nos podría dar a más de uno es que el suicidio es un hecho triste, e intenta enfrentarse a él, pero lo hace de un modo meramente técnico, igual que podemos intentar reducir los accidentes de tráfico. Sin embargo, el suicidio despierta muchas más cuestiones morales que un accidente, cuestiones sobre las relaciones entre el individuo y la sociedad, sobre la cohesión de la sociedad, sobre el valor de la vida.

Tratar de reducir el suicidio a base de estrategias técnicas al mismo tiempo que se reprueba cualquier crítica moral sobre el suicidio es profundamente derrotista, porque sin una postura moral sobre ello es imposible comprender verdaderamente este acto, y menos aún advertir que está mal y es destructivo. No podemos ni debemos tratar tal tema como una legítima opción. Esta postura ha recibido respaldo social y gubernamental en los últimos años mediante la legalización del suicidio asistido o el “derecho a morir” en muchos países occidentales.

Presentar el suicidio como algo que está más allá de cualquier crítica moral, solo puede contribuir a normalizarlo. Pero no es solo otra forma más de conducta, sino algo que indica “una profunda ruptura entre el individuo y la sociedad. En palabras de nuestro buen amigo Chescherton: “ el hombre que mata a otro, mata a otro hombre; el hombre que se mata a sí mismo, mata a todos los hombres, porque en lo que de él depende elimina a todo el mundo”. Me gustaría comprender por qué algunas personas se quitan la vida, aunque me lo imagino y, entender a los que han sufrido profundos problemas, algo inmoral y una traición a los valores humanos. De todas maneras, para entenderlo del todo tendríamos que estar en su lugar y ello, hoy por hoy no procede. 

Hoy, ahora más que nunca, es fundamental incrementar la sensibilidad de las autoridades hacia la reactividad emocional en la infancia y en la adolescencia; a su posibilidad de sufrimiento mental. “ No vale nada negarla por no tener recursos, porque va a seguir existiendo. Es necesario, es imperativo que haya medios para atenderla. 

Ante el número desorbitado de adolescentes que se han visto “fuera de lugar, que aquí no había lugar para el/ella , a fecha de hoy, habiendo entrado en política no hace más de un año en un partido político nacional, por ahora pequeño, pero con agallas, cuyo eje central es la familia, tengo claro que sobre estos temas y otros que repercutan en las familias , serán los números uno de nuestros cuarenta principales. 

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