En ninguna dictadura, hay cerca de un centenar representadas en la ONU, se permiten manifestaciones reivindicativas, y si lo intentas vas a la cárcel, a un campo de concentración o  simplemente  te  ejecutan, y si  eres homosexual te pueden colgar y si eres mujer musulmana te cortan el clítoris o te lapidan si no eres fiel esclava del macho religioso.

En el mejor de los casos, te descalifican, te llaman rojo o fascista o sus medios barren a la opinión pública, en esta ocasión española, condenando la violencia porque la gente, es decir los demócratas, han sido arrinconados, al pueblo lo castigan y saltan la chispa, y el incendio quema el bosque límpido de las libertades.

A una cadena de provocaciones del neo separatista Pedro Sánchez que puede culminar  en un desastre progresivo por etapas, nacional, somos muchos los que opinamos que ante tantas agresiones de todo tipo vale la defensa propia. Pedagogía, si te ocupan tu casa, tu vida, tus principios y amenazan con un cambio de régimen −de monarquía parlamentaria a dictadura populista− estamos en nuestro perfecto derecho de tirarnos al monte como último recurso, no nos vamos a dejar violar éticamente ni consentir desflorar la democracia. O como mínimo enseñar los dientes.

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Si el Gobierno nos amenaza en compañía de otros poderes internos y externos, con destruirnos debemos levantar una muralla, hasta Jesús lo comprendió arrojando a los mercaderes del templo, enérgicamente, hasta el mismo san Agustín, lo sugiere en sus análisis teológicos, ya que evidentemente las religiones siempre han hecho uso de la fuerza, como las sectas políticas y el fanatismo mahometano con sus guerras santas.

Eso sí, debemos administrar nuestras defensas pero roto el diálogo, las  lealtades y el derecho a la vida, nuestro deber es cortar el incendio del sanchismo y sus cómplices, insisto, en defensa propia. Es triste contarlo pero nuevamente nuestro país como en la pasada guerra fratricida, se ha convertido en campo siniestro de una batalla global sistémica.

Los que hemos sufrido mucho el sentido común nos induce a saber resistir, no capitular. Mueres dos veces, sin embargo crece una ola posiblemente manipulada, los que afirman que si Sánchez renuncia a esa arma fatal de la amnistía y hay elecciones, el brujo ganaría por mayoría absoluta. España es diferente.

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