El socialismo clientelar dará “bonos” de 400 euros. Franco creó las Universidades Laborales y el mérito universitario

Para lograr ese noble objetivo se crearon en España desde 1955 y hasta 1975, 21 Universidades Laborales por donde pasaron más de 500.000 alumnos.

Opinion 11/10/2021 fnff
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El gobierno socialcomunista de España ha anunciado, recientemente, su pretensión de otorgar a jóvenes de 18 años “bonos” llamados “culturales” con el pretendido o publicitado fin de ser gastados en museos, teatros o cines. Todo un brindis al sol o, más bien, a una nueva clientela votante ávida de reguetón, botellones y tik tok.

Se trata, en román paladino, de conformar una red de voto comprada, cautiva y narcotizada. En definitiva: de regar con dinero del contribuyente, y pretextando la cultura, a los nuevos mayores de edad ergo nuevos votantes del PSOE.

En los años 80 del pasado siglo, el PSOE de Felipe González hizo de la extensión de la droga (“el que no esté colocado, que se coloque”, palabras del alcalde socialista de Madrid Tierno Galván a los jóvenes de “la Movida”) su forma de soliviantar la mente de la juventud, de eliminar cualquier subversión intelectual. Hoy, la forma es más sutil y Pedro Sánchez pretende alienar a los jóvenes en el estupidismo permanente, en el secuestro electoral, en la compra de voluntades.

La actitud degradante del socialismo respecto a la juventud española contrasta poderosamente con la que adoptaron los gobiernos franquistas de la postguerra y, muy especialmente, los hombres que dirigían los Ministerios de Trabajo y Educación.

El tan denostado régimen franquista impuso una ética social y política de preferencia absoluta por la excelencia de la juventud; no comprándola con aguinaldos sino dándole la formación humana, la excelencia académica y el futuro profesional.

El que fuera Ministro de Trabajo durante 16 años ( 1941 - 1957), el falangista José Antonio Girón de Velasco, verdadero revolucionario social del régimen, había dicho, y lo dejó escrito en sus Memorias: “Una vez atendida la primera línea de flotación, es decir las necesidades apremiantes de los hombres: alimento, vivienda, vestido y asistencia sanitaria, creo que la igualdad de los hombres en la cultura es la única base sólida para la paz social, mucho más sólida que la que ofrece una igualdad económica”.

Para lograr ese noble objetivo se crearon en España desde 1955 y hasta 1975, 21 Universidades Laborales por donde pasaron más de 500.000 alumnos.

Los alumnos de estas universidades con un máximo de 430 internos y 230 externos por Universidad, eran seleccionados por el Ministerio de Trabajo, después de una selección previa por las Mutualidades del Trabajo de aquellos que más lo necesitaban por motivos sociales.

Los elegidos, preferentemente, eran huérfanos de mutualistas, hijos de familias obreras con pocos recursos, jóvenes provenientes de familias numerosas y los descendientes de padres con méritos sociales por su ejemplaridad en el desempeño de un trabajo en pro de la comunidad nacional.

Las secciones de las Universidades Laborales comprendían la de Formación Profesional, la de Formación Técnica y Estudios superiores laborales, y la de capacitación social y perfeccionamiento profesional. De ellas salían graduados laborales, especialistas profesionales y agrícolas y titulados en Estudios Superiores Laborales que equivalían a ingenieros técnicos.

Las fases de especialización laboral comprendían el aprendizaje, oficialía y maestría en las ramas de Agricultura, Metalurgia, Mecánica, Electricidad, Construcción, Artes Gráficas, Industria Textil e Industrias Alimentarias. Existían actividades complementarias ricas y variadas como aprender a escribir a máquina, conducir un coche, tocar instrumentos musicales, aeromodelismo, literatura práctica o deportes.

Para poder desplegar semejante nivel de actividades los edificios construidos, colosales y de arquitectura moderna, incluían talleres, aulas, salón de actos, Iglesia, campos de deportes y dormitorios

A todos los alumnos se les proporcionaba formación humana basada en la enseñanza de conocimientos de Religión, Formación del Espíritu Nacional, Educación Física, Magisterio de las Costumbres y Formación Estética basada en artes y cultural generales. Este complemento formativo tenía un objetivo: armonizar a los jóvenes españoles dentro de un sentido completo del civismo, la ciudadanía, el patriotismo y la cultura para hacer frente a la vida y a un futuro proyecto familiar y profesional.

Los jóvenes más desfavorecidos, hijos de obreros y campesinos y venidos de los pueblos en su gran mayoría, pudieron labrar su vida laboral y personal gracias a las Universidades Laborales paridas por el ideal de justicia social del Ministro falangista José Antonio Girón de Velasco que cumplía lo que para él era un anhelo: hacer realidad el punto 24 de los 27 puntos del programa de Falange Española. Ese que decía: “La cultura se organizará en forma que no malogre ningún talento por falta de medios económicos. Todos los que lo merezcan tendrán fácil acceso incluso a los estudios superiores”.

Girón de Velasco había declarado en Sevilla, el 25 de noviembre de 1950: “Vamos a crear gigantescas Universidades donde se forman, además de obreros técnicamente mejores, hombres de arriba abajo, capacitados para todas las contiendas de la inteligencia, entrenados para las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder. Vamos a hacer hombres distintos, vamos a formar a trabajadores dentro de unos españoles libres y capaces. Vamos a hacer la revolución de los hombres y no la revolución de unas máquinas de rendir trabajo”.

Para completar su apuesta por la formación profesional, el Ministerio de Girón impulsó la idea de las “macro-becas” para la totalidad de los costes de enseñanza: viajes; calefacción y alumbrado; lavado de ropa; servicios médicos; aseo; y en muchos casos la residencia completa de los estudiantes. Para evitar las diferencias en el atuendo que pudiesen presentar los jóvenes de familias más y menos pudientes, con la beca se entregó un equipo por alumno y curso basado en traje diario, prenda de abrigo y dos pijamas, calzado, dos monos de trabajo, albornoz y equipo de gimnasia.

Los españoles apenas pagaban impuestos pues la tributación directa sobre rentas y la imposición indirecta eran casi inexistentes –no se pagaban IRPF ni IVA-. Por tanto el sostenimiento de las Universidades Laborales corrió a cargo primero del Estado y, después, de las poderosas Mutualidades Laborales impulsadas por Girón de Velasco desde 1954.

Las Universidades Laborales recogieron la herencia del Bachillerato  especial profesional- legislado en 1949- y basado en Institutos Laborales alzados en zonas de desarrollo industrial. Ante sus espectaculares éxitos en la formación profesional, en 1956 y por una Orden conjunta de los Ministerios de Trabajo y Educación se aprobó el Estatuto de las Universidades Laborales anunciadas desde 1950 por José Antonio Girón.

De este modo, surgieron las Universidades Laborales de Gijón (la primera, fundada en 1955), Córdoba, Sevilla, Zamora o Tarragona. En total y hasta 1975, fueron inauguradas 21. El 11 de mayo de 1959 se aprobó la Ley de Universidades Laborales desarrollada por un impecable reglamento de 24 de noviembre de 1960.

La salida de Girón de Velasco del Ministerio de Trabajo en 1957, no alteró los planes de construcción de más centros universitarios de este tipo. Ministros tecnócratas como Laureano López Rodó, Alberto Ullastres o Mariano Navarro Rubio bajo el impulso de Jesús Romero Gorría (Ministro de Trabajo) y Torcuato Fernández Miranda (Promoción Social) hicieron que los sucesivos Planes de Desarrollo planificasen nuevas Universidades Laborales.

Tales fueron, entre otras, las de La Coruña (Cullaredo); Alcalá de Henares (Madrid); Zaragoza (“Virgen del Pilar”, exclusiva para mujeres de la Sección Femenina); Cáceres; Huesca; Eibar (Guipuzcoa); y Cheste (Valencia). En esta última se produjo, hace unos años, la conmemoración de sus 40 años de existencia tras su inauguración en 1969, omitiéndose en los carteles y placas conmemorativos toda referencia al periodo franquista y eliminando la simbología del régimen anterior que todavía pervivía en las instalaciones.

Hasta 1975 se crearon estos centros. Con la llegada del régimen de 1978, las Universidades Laborales pasaron a depender del Ministerio de Educación, y su patrimonio y recursos, hasta entonces gestionados autónomamente, pasaron a manos de la Administración del Estado. La llegada al poder del PSOE en 1982 hizo que las instalaciones de las Universidades laborales fueron entregadas a las Comunidades Autónomas paridas por la Constitución de 1978 al tiempo que se transferían las competencias educativas a los entes regionales.

Desde entonces hasta hoy las taifas regionales sustituyeron el esplendor de las Universidades Laborales franquistas por Institutos de Enseñanza Secundaria, Complejos Educativos o Universidades privadas que ocuparon sus instalaciones.

Además de los centros universitarios laborales ideados por Girón de Velasco, más de un centenar de centros a cargo de la Organización Sindical proporcionaban, en 1975, formación laboral a 460.000 obreros.

Por otro lado, las enseñanzas medias y superiores del Sistema Educativo español vieron el éxito de la masiva creación de escuelas impulsada desde los años 40. Las becas del Ministerio de Educación para estudios de Bachillerato y Universidad premiaban a los jóvenes, hombres y mujeres, más capacitados y meritorios preferenciando a los provenientes de la España rural. Las enseñanzas de Bachillerato eran impartidas por profesores y Catedráticos universitarios de mérito acrisolado, y constituían la preparación intelectual más reconocida de Europa para el acceso previo a la enseñanza universitaria.

Las cifras del éxito educativo del franquismo no pueden ser más apabullantes: si en 1936 la población sin ningún tipo de estudios era de un 37,9 por cien, en 1975 se había reducido hasta el 17,5 por cien. El porcentaje de estudiantes con nivel exclusivo de estudios primarios era del 53,7 por cien en 1936; en 1975 se había reducido hasta el 15,6 dada la preponderancia cada vez mayor de graduados en enseñanzas medias y superiores.

El porcentaje de graduados en estudios secundarios era, en 1936, del 5,3 por cien; en 1975 ya era del 36 por cien. El porcentaje de licenciados y graduados universitarios en 1936 era de un 3,1 por cien, y en 1975 ya alcanzaba el 29,2 por cien.         
El 95 por cien de la población española estaba, en 1975, ya alfabetizada.

Así pues, la capacitación profesional en Universidades Laborales pioneras en Europa, las becas al mérito y la enseñanza superior galardonada con Títulos prestigiosos y reconocidos fueron el premio que los gobiernos franquistas dieron a los jóvenes españoles.

Sin practicar demagogias ni clientelismos políticos la acción del Ministro falangista Girón de Velasco y de los titulares de las carteras de Educación y Promoción social consistió, hasta 1975, en unir a los jóvenes de todas las clases sociales en torno a las mismas posibilidades de enseñanza y de progreso personal y cultural porque, tal y como sostenía Francisco Franco en sus discursos y como dijera Girón de Velasco: “la igualdad de los hombres en la cultura es la única base sólida para la paz social, mucho más sólida que la que ofrece una igualdad económica”.

“No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo”. Con estas palabras Franco inmortalizó en su Testamento al pueblo español el anhelo de educación y cultura que caracterizó a sus gobiernos durante los últimos 36 años de historia de España.

45 años después de aquellas palabras, el legado de Franco es enterrado y criminalizado; es destruido por leyes de memoria histórica pero también por los actuales niveles educativos y universitarios, los más deplorables del mundo desarrollado y la antítesis de lo que fueron hasta 1975.

Hoy, la oronda inflación de títulos universitarios ha devaluado las enseñanzas superiores y ha contribuido a crear un 40 por cien de paro juvenil acrecentado por la esquilmada Formación Profesional, devaluada y depauperada desde 1978. Esa Formación Profesional que el franquismo, con sus Universidades Laborales, elevó a rango de excelente ascensor social para los jóvenes.

En este tétrico escenario de fracaso educativo y juvenil el mezquino gobierno socialista de Pedro Sánchez plantea regalar bonos de 400 euros a los adolescentes para narcotizarlos mediante la compra de voluntades.

De la política estadista, patriótica y con miras de futuro para los jóvenes practicada hasta 1975 pasamos a la de los partidos políticos, el chalaneo, el cortoplacismo y la corrupción autonómica desde 1978. Ahora lo estamos pagando.

 


 

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