Allí y donde haya algo irregular, oscuro y nada claro, pero con dinero público sonando de por medio, allí aparecerá la Trinca municipal cartagenera, con la sopa de pan preparada para mojar…en defensa y beneficio de los cartageneros y del país, claro está, como los mejores políticos que ha tenido y tendrá Cartagena. 

Antes, cuando en España había cierta decencia y respeto hacia el gasto del dinero público, cuando el gobierno tenía necesidad de un suelo con un fin de utilidad pública, se abría, con luz y taquígrafos, un proceso de expropiación forzosa o no del suelo en cuestión, pero claro y transparente para que todo el mundo pudiera opinar, y, en su caso, incluso ofertar. 

Ahora el asunto funciona de la siguiente manera:  

-¡Chacho, que hacen falta algunas perrujas pa cohetes!... Ya sabes. 

Y el Chacho se amonta en un coche oficial, rumbea pa Cartagena, y mantiene una entrevista muy privada y particular con un miembro de la Trinca municipal, que, si los cohetes van a crujir bien, sea lo que sea, va palante si hay perras de por medio.  

El Carmolí - Aeródromo 212. 

Al terminar la Primera Guerra Mundial, el gobierno de España, entendió, y expropio, en el término municipal de Torre Pacheco, junto al entonces vivo Mar Menor, unos terrenos donde ubicó la primera base de hidroaviones de España, que un servidor, como es viejo, los vi volar y su fuselaje era de lona. 

Después, durante la Segunda República Española, el Carmolí, fue Escuela de Vuelos Nocturnos. Y esta base aérea republicana realizaba servicios de escolta, reconocimiento, vigilancia marítima y bombardeos nocturnos. Y entre las acciones de defensa costera, los aviones de El Carmolí tenían la misión de impedir la aproximación de los submarinos italianos a las costas, lanzándoles desde el aire sus cargas de profundidad. 

        Pero con la mentalidad depredadora de la Trinca municipal cartagenera, el Lorzas y su tripulación de tiñalpas, saben a qué termino municipal tienen que acudir para sus oscuros logros, y utilizar los trompeteros subvencionados para desinformar, y poder decir sin rubor que un suelo que está protegido, el Carmolí, lo van a expropiar para que la empresa privada no lo utilice en construir viviendas.  

Y el Lorzas y su tripulación de tiñalpas, juntamente con los salvadores patrios de la Trinca municipal cartagenera, en vez de conservar reconstruyendo algo que es pura historia del país, con un alto poder turístico único, van a expropiar al estado un terreno que ya está protegido, y van a seguir al pie de la letra el mandato del movimiento casposo que representan de no dejar piedra sobre piedra que no sea en lugar que ellos denominan santos. 

Como en la cortijá murciana se funciona al “compandreo del Chacho”, aunque la ley de expropiación fija lo siguiente: “Cuando el Gobierno acuerde la adquisición de inmuebles situados en la zona militar de costas y fronteras, o por otras necesidades urgentes de la defensa y seguridad nacional, las expropiaciones que a tales fines fuere preciso realizar se ajustarán a lo dispuesto en los artículos cincuenta y dos y cincuenta y tres de esta Ley, y el expediente respectivo será tramitado por la Administración militar que corresponda en razón al ejército a cuyos servicios queden afectos los bienes ocupados y con sujeción al reglamento que se dicte en aplicación de esta Ley”.

Pero aquí lo que vale es lo que diga el “Chacho” asesor “logrador” de activos financieros líquidos oscuros. 

Y será necesario, según la ley: “«la previa declaración de utilidad pública o interés social del fin a que haya de afectarse el objeto expropiado». 

Y nada dice la ley que lo de ¡¡Chacho, aquí puede haber tomate!!, sea motivo suficiente para la expropiación de un lugar patrimonio nacional a conservar y restaurar con fines históricos y educativos. 

Pero en la cortijá si se reparte bien, todo está cojonudamente de bien, hecho. 

Salud y Felicidad sin covid.