La crisis nacional, política, moral, ética, y especialmente humana con el golpe de la corrupción generalizada, incluyendo a la Benemérita, crisol que ha sido y es espejo de un trabajo ímprobo y generoso, nos está salpicando a todos, nos sube el  escepticismo y crece la falta de credibilidad en  una cúpula del Estado que hace mucho daño a la imagen exterior e interior de una democracia en declive, cuando además el mundo de la justicia hace  aguas  desde hace décadas, desde el CASO ROLDAN −gobernando el PSOE− hasta nuestros días.

Nos preocupa una situación en la que el Gobierno se ha metido en las camas del pueblo español empujado por un feminismo politizado que oculta la realidad, una avalancha femenina que se ha alzado en rebeldía cuando la realidad es que fueron nuestras mujeres de los años setenta, en pleno franquismo triturador, se la jugaban en las calles, en las universidades y en el hogar, y en otros frentes de elevada  peligrosidad.

Pero estas  olas corruptas que nos anega y se cuelan por las pantallas de las televisiones y otros medios, que ha tocado a importantes miembros de la Guardia Civil, menos a sus bases y numerosos, es un penoso síntoma de que algo esencial está fallando, pero no solo  en estos hombres y mujeres −también el esposo de su directora general está bajo el  foco de la investigación.

También nos llegan noticias que en las Fuerzas Armadas existe problemas sociales, inquietud, porque acabamos de saber que la clase de tropa una vez licenciada a los 45 años se quedan en la puta rue sin un euro, parado total, después de vivir años  en países en conflictos armados y acosados por el terrorismo, y que nuestros carros blindados es pura chatarra amontonados en determinadas regiones claves, y que los sesenta desplegados en Melilla y Ceuta no están para ser revistados, a quinientos metros de la frontera con Marruecos.

País armado hasta  los dientes por nuestros amigos los USA por tierra, mar y aire, aire con magníficos cazas de combate, recién comprados. Tampoco la Armada navega en mejores aguas, hasta ha fallado la botadura de un famoso submarino que ya debía de estar abarloado en diques internacionales. Nos informar que algunas unidades no tienen suficiente tripulación, la reglamentaria para entrar en combate.

Y finalmente, el desastre de los dos últimos años en los servicios  de inteligencia, interior y exterior, es de vergüenza, lejos de aquellos míticos agentes de información de los años ochenta y tres que funcionaban como un reloj en varios continentes y Oriente Medio especialmente. Fueron depurados por Manglano el amigo del rey emérito, tan empeñados en anular el foco de Totana, hoy de nuevo de moda en los reportajes televisivos.

No, no somos alarmistas, sino simplemente denunciamos una situación tercermundista en unos momentos históricos de una nueva Era en la que la inteligencia electrónica se impone pero sin renunciar al factor humano imprescindible.

Y este Gobierno y los anteriores, mudos, sordos y ciegos despilfarran, tiran con pólvora de rey. Y los culpables salen aliviados de los juzgados o de las cárceles  sin arrepentirse. Podíamos estar en  estado de alarma muy pronto, me temo. Y unas cárceles con un cuarenta por ciento de reclusos extranjeros donde los funcionarios viven horas muy difíciles.

Y  la delincuencia, a su aire, da miedo, inmoviliza, que es lo que interesa a las grandes mafias, de todo tipo, sumergidas o no, algunas cobrando desembarcos, con infiltrados. Pero no hay debate, se lavan las manos.

EPÍLOGO.- Pero hay otra guerra, otro ejército en línea de quiebra, desarmado. Las cifras sobre el agravamiento de la eterna crisis del PEQUEÑO COMERCIO  son incontestables, EN UN AÑO SE HAN PERDIDO 20.752 AUTÓNOMOS −en la Región unos dos mil−, incapaces de hacer frente a impuestos, cotizaciones, alquileres, salarios e hipotecas.

La factura se ha encarecido en un 22 por ciento. La presión de los costos y la caída de ventas están borrando el mapa urbano de las tiendas de los barrios, que ya se vieron afectados por la proliferación de grandes centros de alimentación, y ahora la inflación está hostigando sin piedad a estos comercios familiares y tan queridos por las clases media y trabajadora.

Un ejército sin armas es un ejército derrotado, socialmente inexplicable en un país en peligro por el paro que muerde y precios disparados que las amas de casa se sienten en la diana de la familia.

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