Nos pueden llegar tormentas económicas, precariedades laborales, retrasos de maternidad, incrementos en criar a los hijos, conciliaciones laborales y otras muchas, pero también es posible no haber encontrado a la media naranja con quien formar una familia, no desear ser padres, infertilidades y vete a saber.

Traer hijos al mundo debería ser una gran apuesta de cualquier partido político ante la escasez de nacimientos como la propia del agua cuando no llueve en nuestro país.

Índices de nacimientos y mortandades nos sobran, Sudamérica sigue la corriente europea de la cultura de la muerte, casi catorce millones y medio de solteros tenemos en la Iberia de nuestros padres, los retrasos de la maternidad, la falta de tiempo hacia la familia, el acceso a la vivienda, ya no entra formar un hogar en el pódium de prioridades y la afirmación del “puedes tenerlo todo” se demuestra cada vez más como un mito y, si hemos de elegir, otras prioridades saltan por delante de tener hijos y con ello se nos ha colado un gran mentira: los hijos son un lujo asequible solo para algunos.

Aparecen como parches y tiritas los cheques-bebés, beneficios fiscales, guarderías gratuitas, flexibilización de horarios laborales, permisos de maternidad y paternidad pero…¿Qué ayudas del Estado impulsan más la natalidad? Caso concreto:

Francia dedica un 3´6% del PIB a los incentivos y ayudas a las familias. España un 1´48 y date por consolada, lo que nos sitúa, casi como en la educación y en otros menesteres en la cola de la OCDE. No nos olvidemos que la crianza no solo implica dinero sino también tiempo. Estos y otros más son los desmadres de un país que anda a ciegas. 

Como esperanzas: hace falta un cambio en la sociedad y también una alteración en la narrativa sobre ser padres. Hemos de mostrar el valor inherente de tener hijos de tal manera que los jóvenes perciban que vale la pena apostar por ese anhelo, que entiendan que “bello es el riesgo”, como en su momento puso Platón en boca de Sócrates.

Mientras entendamos la maternidad y la paternidad como una carga o como un lujo, será difícil conseguir el cambio cultural que ayude a que la natalidad aumente. Si no vemos  a los hijos como un bien no solo para sus progenitores y su familia, sino también para toda la sociedad, ¿Cómo justificar la inversión de dinero y esfuerzos para que las personas tengan los hijos que querrían tener? ¿Qué deseos van a impulsar a las nuevas generaciones a priorizar en su vida la creación de la familia que desean por delante de otros proyectos? ¿No va siendo hora de incrementar nuestras esperanzas en el invierno demográfico español? ¡ Esperanzas! 

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