Las sanciones económicas contra Rusia son realmente impactantes, especialmente si se tienen en cuenta los números: 140 compañías y 41 instituciones rusas -o vinculadas a Rusia- ya han sido sancionadas, un verdadero récord histórico que duplica la campaña del 2021 y multiplica por 18 las sanciones realizadas en el 2014, cuando Rusia anexionó Crimea. 

Según los especialistas, el bloqueo conjunto de la Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido y Canadá de las reservas internacionales del Banco Central Ruso fue el primer golpe a Rusia, ya que el Kremlin contaba con 640.000 millones de euros en reservas como resguardo contra posibles embargos.

Jonathan Hackenbroich, investigador del “European Council for Foreign Relations” (ECFR), explicó: “Las sanciones Swift han aumentado la presión a corto plazo y enviado una gran señal política, pero las sanciones del G-7 contra el Banco Central ruso, no las sanciones Swift, son el verdadero golpe, y están empezando a mostrar sus efectos: el Banco Central de Rusia podría tener dificultades para combatir la inflación masiva y el pánico, incluso después de duplicar las tasas de interés y los controles de capital”.

Sin embargo, lo que más impacto tuvo en la opinión pública fue la decisión de Estados Unidos y sus aliados estratégicos de apuntar contra todos los ciudadanos rusos que viven fuera de su país de origen, especialmente aquellos que han logrado amasar grandes fortunas.

En esa lista figuran oligarcas y empresarios rusos vinculados a sectores claves como el petróleo, la banca y las finanzas junto a destacados miembros del gobierno, incluido el propio Vladimir Putin y Sergéi Lavrov, su ministro de Relaciones Exteriores.

“Con estas sanciones adicionales, nos dirigimos a todos los que tienen un papel económico significativo en el apoyo al régimen ruso y se benefician financieramente del sistema. Estas sanciones expondrán la riqueza de la élite de Putin. Quienes permitan la invasión de Ucrania pagarán un precio por su acción”, explicó Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea.  

Luis Garvía, director del Máster de Riesgos Financieros de Icade Business School, sintetiza la medida y sus consecuencias: “Hay oligarcas que no van a poder hacer transferencias, que no van a poder viajar, y de quienes se va a ver su lealtad. Puede que el poder de Putin sea fuerte o que haya construido un castillo de naipes y que, aunque hasta ahora se haya visto seguro, algunos nombres empiecen a darle la espalda”.

Entre quienes vieron congelados sus activos y se les bloqueó el acceso a los sistemas financieros de Estados Unidos y Europa se encuentra Alisher Usmanov, famoso porque las autoridades alemanas decidieron incautar su yate, anclado en el puerto de Hamburgo, la embarcación a motor más grande del mundo, valorada en casi 600 millones de dólares. 

Empresario del sector del metal, Usmanov tiene una fortuna estimada por Forbes en más de 14 mil millones de dólares.

Otro de los sancionados es Oleg Deripaska, accionista de Plus Group, una empresa anglo-rusa dedicada a la energía y la minería que maneja Rusal, uno de los mayores productores de aluminio del planeta.

También fue alcanzado por las sanciones Gennady Timchenko, magnate del petróleo. Con una fortuna estimada de 10 mil millones de dólares, se lo considera la sexta persona más rica de Rusia hoy.

 ¿Y los ciudadanos de a pie?

       Muchos rusos que han decidido probar suerte fuera de su país la están pasando realmente muy mal y el problema es que prácticamente nadie habla de ellos.

         Valeria Chernykh, directora del Russian Business Club (centro de negocios ruso) en España, sintetizó lo que está pasando hoy en nuestro país y sirve para entender lo que ocurre en todo el mundo con esos ciudadanos soviéticos que sobreviven gracias a un pequeño sueldo: “Con las sanciones de la Unión Europea y de Estados Unidos contra Rusia, los ahorros de todos los rusos en rublos han disminuido un 20-30% en una semana”.

La mujer remarcó que “no todos los rusos son oligarcas” y recordó que los 80.000 rusos que viven en nuestro país son “profesionales que trabajan en empresas locales, personas de clase media”. 

Chernykh señala que la mayoría de los bancos españoles han bloqueado las cuentas a los titulares con pasaportes rusos y además no aceptan las transferencias de bancos rusos; tampoco se puede retirar efectivo de los cajeros, ni hacer transferencias a Rusia desde España. 

Esto genera un infierno para esos 80.000 empleados de clase media que pueden encontrarse, sorpresivamente, sin recursos. “Las cuentas se bloquean de un día para otro, sin ningún aviso previo. En la mayoría de los casos no lo notifican al usuario y niegan presentar algún razonamiento por escrito”, asegura la directora del Russian Business Club.

La mujer también denunció que los estudiantes rusos no pueden recibir fondos de sus familias debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados.

Por su parte, la abogada Ekaterina Lazareva reconoce que, en el estudio español donde trabaja, han aumentado “muchísimo” las consultas de los ciudadanos rusos: “Ahora están en la tesitura de que tienen que elegir porque las entidades españolas dicen que si una persona, aunque tenga residencia administrativa en España, pero sigue pagando los impuestos en Rusia, es un residente fiscal allí y le van a aplicar las sanciones impuestas”. 

La letrada remarcó el mismo hecho que Chernykh: “Mis clientes no son oligarcas ni tienen que ver con el régimen de Putin”.

Sin embargo, parece que hoy, cualquier persona nacida en Rusia que viva y trabaje en el exterior debe sufrir en silencio las consecuencias de las sanciones impuestas contra su país, incluyendo la posibilidad cierta de morirse de hambre porque nadie quiere escuchar sus razones ni ponerse en su lugar, un verdadero drama kafkiano del que nadie habla públicamente, tal vez porque la legalidad de las medidas implementadas por la Unión Europea y sus aliados deja más dudas que certezas, pero dado el poder con el que cuentan, todos prefieren evitar cuestionar este punto y dejar que las cosas sigan como están, después de todo, es más “divertido” hablar del yate de 600 millones de euros que le incautaron a un oligarca que hablar de un empleado que ve bloqueados sus fondos de un día para el otro y se ve condenado a morirse de hambre.

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