Y hago la distinción entre cartageneros y murcianos porque todavía, en Murcia, en la ciudad, en ocasiones puntuales cuando los joden, se comen las patatas fritas con güevos, que, desde hace muchos años están ausentes de las mesas llenas de llanto de los cartageneros.

En Cartagena, a día de hoy, no existe ni un solo partido político por el que podamos sacar la cara y sentirnos orgullosos de que exista. Sí que es verdad que el grado de incapacidad no es el mismo en todos, y es probable, que unos sean más lógicos sociales que otros; pero a la hora de la verdad, si España es un bloque unido de intereses comunes, lógico es que, por ejemplo, aquellos partidos radicados en Cartagena que tiene ramas en Madrid apoyando al gobierno Central; dos cosas, o les ayuda de un modo decidido el Gobierno Central a resolver los problemas de los asesinatos ambientales en Cartagena, o que gobierne el Pesoe con sus socios y familiares favoritos, el Pepé.

Pero una cortijá en la que estamos dándole trabajo a todos los jueces, fiscales, fuerzas de seguridad y vigilancia procedentes de la Once; que hace años que se perdió que para ser funcionario público había que tener estudios estudiados, no comprados, y que basta con ser afín a un partido político, sindicato, o secta religiosa, bien la secta central, la católica, o para nuestro caso las dos poderosas sectas opus-pus, o los panchitos, para acceder a una mesa con derecho a sillón, al final hemos llegado donde estamos, y la Cortijá Murciana es un ingente basurero, donde la gente de la calle nos comemos las patatas fritas, viudas, sin güevos.

Si de este arreón no mandamos al carajo a los gobiernos trásfugas terminales que nos están robando y dilapidando el dinero público a manos llenas. Si de este arreón seguimos en la cortijá soportando toda la basura que se pasea en coche oficial y de servicio. Si de este arreón se siguen en la tesitura de que el partido político tal es muy bueno, cojonudo, y el de enfrente, es malo a rabiar, nos merecemos que los Lorzas y las Trincas se perpetúen hasta que llegue el reventón final.

Por muchas patatas fritas que nos comamos sin güevos, que nadie espere que la manada que nos está mordiendo hipotecando nuestras únicas vidas, se va a condoler y se va afectar anímicamente por ver tanta injusticia como vemos cada día al levantarnos y acostarnos en la cortijá murciana, que no, que no es así. Tenemos una única solución y que sabemos que nos es tan difícil, y que consiste en echarle güevos a las patatas fritas. Y, todos unidos, espacio por espacio, estamento por estamento, ir a por ellos, nosotros el pueblo y echarlos a la calle.

La revolución pacífica, multitudinaria, de gente, cuesta mucho arrancarla; pero cuando arranca, ya no hay nadie que tenga cojones a pararla. Y tal revolución es la que estamos necesitando en una tierra donde los de ahora y los que vengan por detrás ya están horrorizados con comportamientos que aunque los partidos políticos y muchos estamentos le están sacando (robando) muchos millones de euros, la lógica histórica sabe que algo tan demencial no puede durar mucho más de lo que ya lleva durando.

Y como está más que demostrado que en contra de todos nosotros están el gobierno de la cortijá, los ayuntamientos, las delegaciones regionales pertenecientes al gobierno central, sirviendo de pastores los partidos políticos, los comités ciudadanos aún equivocándose en ocasiones, son más democráticos y justos que la gentuza que nos ha relegado a comer patatas fritas sin güevos.

Salud y Felicidad sin covid. 

Sureste Press