Probablemente con menos palominos que en la realidad histórica llevaban los integrantes de los Tercios Españoles a las órdenes del papa de turno, con o sin picotazo del palomo, y dando por hecho que papa no deriva de las papas de comer, desfilan ahora por una Cartagena donde el progreso, al parecer, asusta, y el recreo mayor lo sienten algunos fingiendo un pasado que no tuvo nada ni de romántico ni de calidad de vida, ni de realidad histórica.

Por eso, quizás por eso, evocamos desde estos renglones con admiración a unas gentes, que ahora se siente por ellos, por su comportamiento, como una falta de respeto porque los consideramos como gente simple, inculta, y nosotros sabemos que somos más listos que zorras hartas de gallinas, que, en aquel año de mil quinientos cuarenta y dos, cuando llegaron las denominadas como Leyes Nuevas, los criollos y emigrantes sin papeles que había por Las Indias, se ponían el papel sobre sus cabezas y las “acataban pero no las cumplían” tal y como hace ahora el Lorzas y sus tránsfugas tragaperras con las de la Memoria Histórica.

Pero el hecho que tan singular personaje, de rosario y procesión para los tiempos que vienen y ya están, no asustan sus mimbres a nadie, porque el olmo no puede dar peras, y para recoger peras hay que trabajar y plantar árboles, y no es precisamente en eso en lo que están “con mono” de drogatas, un cuerpo de, puede, los más inútiles que han habido frente a la población más pasota que ha existido de murcianos de dinamita y cartagineses de tambor, disfraz,  “prosesión”, o todo lo que conlleve caminar en fila india marcando el paso.

Nuestras viejas leyes franquistas, y las nuevas leyes más franquistas que las anteriores, ni se preocupan que un ayuntamiento pueda endeudarse o dar una concesión municipal a sus amichis por cuarenta años. O, se ve bien que no haya reglas que permitan que unas gentes se pongan los sueldos, las dietas y los emolumentos que les salga de sus matriculas, sin que ni una ley franquista ni otra de lo mismo, pero de ahora, corrija y diga lo que hay que cobrar y gastar.

Y si hay que pedir un préstamo municipal por fuera del presupuesto de ingresos y gastos, no debería tener una duración mayor de los cuatro años de mandato, al margen de que por ser una irregularidad económica, lo deberían de avalar ellos, los munícipes políticos junto con los funcionarios que dan el visto bueno, con sus patrimonios particulares.

La España que hemos hecho entre tantos capullos como nos hemos juntado para hacerla, se siente una cierta envidia por la honradez y la valentía social de aquellas gentes simples, que siendo, a nuestro más simple entender, incultos, ponían “delante” al de la cruz, y detrás caminaban ellos, y no aceptaban que fuera el último para verlas venir.

Un presupuesto municipal actual, es algo que se asemeja a un gran bizcocho, donde la mayor parte de su extensión va a endulzar los galillos de políticos y funcionarios, con una eficacia y efectividad laboral y de servicios local, que, en ningún caso supera el 0,001 % de rentabilidad de signo de inversión para los vecinos, y está gravitando sobre todos nosotros con un descaro y desparpajo que causa sonrojo que podamos ser tan apáticos.

Ayer, mientras visitaba al “Hombre de Orce” en la provincia de Granada, escuché, en el silencio del majestuoso paisaje que vieron nuestros antepasados hace un millón seiscientos mil años, un dicho que me gustó mucho: No tiene güevos el sistema a enviarnos tanta hambre y necesidad, como cojones tenemos nosotros en aguantarlo”.

Y en esa fase estamos en Cartagena y en la Cortijá, aguantando a políticos capullos.

Salud y Felicidad sin Otan. 

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